domingo, 25 de julio de 2010

Ramble on

Sobreexigida, cansada de que abuse tanto de ella como si fuese su juguete favorito de turno, pide de rodillas que la deje refugiarse en la acogedora sensación de flujo. Ruega porque los pálpitos, las ideas y las expresiones no dependan de ella por un rato, para dejar que la tomen de la mano y la lleven a pasear por los reconfortables campos de lo esperable, donde el horizonte es sólo un fallo de la memoria. Él busca convencerla de la belleza del juego eterno, busca que ame el privilegio de su condición (o mejor dicho, no-condición). Ella puede hacer de cuenta que es dios, puede volver el cuarto de juegos un plasma infinito, estirar la mano y tirar del horizonte que quiera, para ver que sin darse cuenta creó otro. Quiere hacerla entender que el flujo no existe; que no pesa, no mide, no quema ni duele; no es, pero puede asomarse en ese juego eterno, en dejarse ser.

1 comentario:

  1. "estirar la mano y tirar del horizonte que quiera, para ver que sin darse cuenta creó otro", me lo llevo.

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